¿Estudiar la ignorancia?

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A mediados de los años 80, Marlys H. Witte, profesora de cirugía de la Universidad de Arizona, propuso dictar un curso sobre ignorancia médica debido a que le parecía que los estudiantes necesitaban identificar los límites de sus conocimientos y entender que las preguntas a menudo merecían tanta atención como las respuestas. Muchos profesores no hacían hincapié en lo poco que se sabía sobre ciertas materias. Por ejemplo, en ese tiempo, sobre el páncreas.

Y Stuart J. Firestein, neurocientífico de la Universidad de Columbia, empezó a enseñar un curso sobre ignorancia científica en 2006 después de percatarse de que a muchos estudiantes se les había dado a entender que la neurociencia estaba a punto de descifrar casi todo sobre el cerebro, y lo creyeron.

Por un lado, es bueno fomentar la curiosidad, pero por otro, es contraproducente suponer que uno ha llegado a saberlo todo y que no necesita más, o que el enfermo es un ignorante y no es necesario explicarle nada, que solo le corresponde obedecer, lo cual no sería nada más que otra forma de ignorancia de parte del especialista.

En su libro "La ignorancia conduce a la ciencia", Firestein muestra que no se deben considerar infalibles todos los descubrimientos de los científicos. La prueba era que, a raíz de ciertos cuestionamientos y revisiones, después se reescribían los libros.

Según Firestein, es cierto que las ambigüedades y los vacíos en el conocimiento son fascinantes, pero se debe establecer un equilibrio con respecto a los datos fríos.

En otras palabras, podemos considerar que la epignosis y el conocimiento exacto es la cumbre del saber, pero reconocer modestamente que solo frotamos la superficie. Aceptamos lo que sabemos, pero con mente abierta, no para lavarnos las manos y convertirnos en agnósticos, sino por reconocer que nuestros conocimientos, por muchos que sean, siempre tienen un límite, por lejano que sea.

Ignorar no es solo no saber. También debería ser un estímulo saludable para hacer preguntas y encontrar respuestas, no para desubicarnos, evadirlas o ponernos a la defensiva, o para contraatacar con agnotología, sino más bien para ubicarnos mejor, para mejorar nuestra visión de la perspectiva. De nada serviría contemplar un bello horizonte si necesitamos gafas. Un sabio exclamó: "Si tu luz es oscuridad, ¡oh, qué gran oscuridad es esa!".

Como bien lo resume Michael Smithson, sociólogo de la Australian National University, al afirmar que las preguntas producen respuestas, y las respuestas, preguntas. Concluye que se trata de una espiral interminable de pasión que nutre la mente. Es una euforia y sorpresa que conduce a confusión y frustración, pero que luego lleva a más euforia y sorpresa.

Desde un punto en vista, se podría decir que no es una obligación salir de la ignorancia; pero conviene satisfacer la curiosidad cuando parece necesario. A veces, no tener suficiente información puede poner en riesgo la vida.

Por eso no debemos juzgar mal a la persona curiosa. Es una cualidad excelente si la mantiene bajo control. Pero el curioso tampoco debería juzgar al que queda satisfecho con lo que averigua. 

Desde un enfoque más elevado, es una seria obligación salir de la ignorancia cuando se trata de obedecer la ley. Por ejemplo, si un conductor comete una falta contra el reglamento de tránsito, su ignorancia no lo exime del pago de una multa, además daños y perjuicios. ¿Por qué? Porque para la autoridad y para la comunidad es inexcusable que conduzca ignorando las reglas, mucho menos si atropella a alguien.

Desde una perspectiva mucho más amplia, diríamos que la curiosidad que lleva a la innovación resulta fascinante. También cuando lleva al disfrute de la vida. 

Por otro lado, el perfeccionismo tampoco es una obligación. Si el conocimiento limita con la ignorancia, la búsqueda también debiera limitar con el disfrute del objetivo de cualquier investigación. Todo tiene un límite, y quien no reconoce sus límites, va directo a estrellarse con la realidad.

Nuevamente destaco el equilibrio en todo. A fin de cuentas, a pesar de que el universo parece infinito, está increíblemente balanceado. Aunque el horizonte parezca eterno, si lo perseguimos, tal vez regresemos al punto de partida y nos parezcamos al perrito que da vueltas y vueltas persiguiendo su cola.

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Fuente: https://www.compartirpalabramaestra.org/articulos-informativos/un-argumento-en-favor-de-la-ensenanza-de-la-ignorancia

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